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martes, 16 de septiembre de 2014
LA CAÍDA DE DUNDEE. (XXIII). HOJA DE PERSONAJES. CASANDRA Y HEADS.
La construcción de una idea puede abocar a uno a un estado esquizoide y los dos ejemplos de portadas de mi novela pueden ser un buen ejemplo de esta disfunción Jekylliana. Esta especie de dualidad también se presenta entre mis personajes y sus interrelaciones que podrían tildarse de antitéticas. Por ejemplo, la de los militares Casandra y Heads frente a la de los civiles Lagasca y Lepanto. Son dos puntos de vista sobre un mismo aspecto romántico: la sempiterna historia de amor. Una representa su génesis y otra su final. En algún momento de la historia se podrán mirar una a la otra, pero lo que una refleje será muy diferente a la otra. La de la comandante y su capitán es un cúmulo de buenas intenciones, sobre todo por parte de ella, frente a la relación del piloto y la controladora jefe del aeropuerto de Dundee, que es, o ha sido nociva. El desarrollo narrativo, como temporal juegan papeles importantes en dichas relaciones sociales y personales. El encuentro de Lagasca con Lepanto en la torre de control del aeropuerto, es un recuerdo de una relación pasada frente a la presentación de la los dos militares, donde les vemos trabajar como compañeros. La relación más veterana caducó entre sus integrantes por lo tanto cuando se vuelven a encontrar súbitamente, lo primero que se produce es un hiato en la narración, se describe como si el tiempo y el espacio fueran a cámara lenta, se crea una distorsión narrativa. Mientras que con la pareja más joven hay un cierto feeling entre ambos, por lo tanto la narración no necesita de fisuras simplemente necesita continuar, construyéndose sobre dicha continuación un cierto misterio. Existe algo entre ellos pero no sabemos nada, quizás se conocieron en Andrús o compartieron misiones en La Comandancia de la Oficina del Norte. En cualquier caso son sólo hipótesis que me ayudan a alimentar la curiosidad del lector y a desarrollar aún más la riqueza de un personaje, construyéndolo una vida paralela, que en algunos casos huele incierta hasta para su creador. A veces la riqueza de un actante no descansa en su propio ser sino que es multiplicada por su relación con otro o por su comparación. Estas variaciones me valen también para presentar un juego de espejos entre los diferentes roles que intervienen. Entre la artillera Casandra y la administradora Lepanto y entre el capitán Heads y el piloto Lagasca. Mujeres y hombres que muestran o esconden sus sentimientos como cualquier ser humano. Personajes principales y secundarios que en determinados momentos de la novela intercambian sus posiciones para descartar cualquier tipo de protagonismo abocándolo al único posible dentro del relato: al del grupo, siendo todos importantes en un grado o en otro. Pero quedémonos con la pareja militar, a los otros dos los conocemos un poco mejor (Hoja de personajes. XVIII. Lagasca y Hoja de personajes. XIX. Lepanto).
Casandra es la portadora de la extroversión sentimental, es más a través de su pensamiento observamos a Heads por primera vez. Antes había sido presentado de una manera "fuera de campo", si se me permite el símil cinematográfico, en un dialogo con el profesor Antónimus (Hoja de personajes. XXII. Antónimus y Horacio). Se podría decir, siguiendo con la comparación cinéfila, que sólo le habíamos oído su jovial voz pero con la presentación de la artillera se hace realidad esa voz. Es como si Casandra estuviera describiéndolo mentalmente mientras lo mira como acata unas órdenes del Convenio, por las cuales no está muy de acuerdo. A través de este ejercicio de definición podemos compartir ese sentimiento de Casandra con relación a lo que puede sentir hacia su capitán, sino en ese mismo momento y como veremos más adelante, si a lo largo del desarrollo narrativo de los acontecimientos. Por lo tanto podríamos decir que el personaje femenino es más
proclive al sentimiento, contrastándolo con el de Lepanto, la otra mujer de la otra relación comentada, que prácticamente ha perdido su afecto hacia su expareja, Lagasa. Heads es el representante de cierta introversión aunque a medida que avance la diégesis, se irá dando cuenta de que algo está creciendo en su interior hacia su lugarteniente. Él necesita de hechos que le hagan ver por sus propios ojos la representación de ese sentimiento frente a la total despreocupación de datos de Casandra. A ella no le hace falta ese tipo de comprobaciones, ella siente desde el primer momento lo que su corazón la está dictando. Estamos hablando más bien de un flechazo, algo que va parejo con su espíritu aventurero, dinámico, directo contra la burocracia sentimental del capitán Heads, encerrado en su pragmatismo acervado, más acostumbrado al pensamiento, a darle vueltas a todo hasta llegar a una conclusión. Estos elementos me ayudaron a la gestación de ambos y a su resolución, pensando tal vez que la diferencia entre los dos sea una de las mejores fórmulas para entablar una relación íntima en el futuro.
Como ya he dicho al principio, los militares forman parte del universo actante secundario de La Caída de Dundee pero ese orden no para de girar y al final la escala protagónica se desestabiliza en muchos momentos de la historia. Por ejemplo los militares pertenecen al Convenio y por lo tanto dentro de la trama, son poseedores de cierta información que desconocen los personajes protagonistas, Lagasca o Voyage. Eso les da una cierta ventaja ubicándolos por encima de una escala de valores y me ayudan a seguir construyendo un suspense. Pero su importancia no sólo radica en esa reestructuración piramidal protagonista, tanto Casandra como Heads se muestran altamente autónomos representando ciertos valores. Tanto la comandante artillera como su capitán son ejemplos de una cierta ilusión por vivir frente a la extinta relación de Lagasca y Lepanto. La juventud tiene mucha culpa en ese tipo de percepción. Cuando uno es joven quiere comerse el mundo y al llegar a una cierta maduración tanto a nivel social como individual, te das cuenta que es demasiado grande para atiborrarse de él, y vas pasando platos y platos hasta llegar al postre. Es un proceso conceptual donde pasas de un universo a su más ínfimo detalle. Descriptivamente hablando tanto Heads como Casandra parecen iguales (la idea de la uniformidad militar sobrevuela por aquí) aunque, y no sé el porqué, siempre que veo a Casandra me imagino el rostro de la actriz Carla Pérez en la película Guerreros (2002) de Daniel Calparsoro, frente a la sequía creativa a la hora de imaginarme el de Heads, aunque últimamente el subconsciente me ha jugado malas pasadas, viniéndome a la memoria el rostro de un atolondrado Tom Cruise en Top Gun (1986) del fallecido Tony Scott. Pero después lo niego y empiezo a hablar solo argumentando contra mí mismo que esa relación es imposible porque el capitán Heads es mucho más inocente, noble y desprotegido que su homólogo físico cienciólogo. Para eso tiene a Casandra, que no sólo es su artillera sino que también representa un poco a ese ángel de la guarda que todos podemos tener algún día cerca de nosotros. No es gratuito que haya puesto el nombre de la comandante primero en el título del artículo. Como ya sabréis los que hayáis leído la novela, en más de una ocasión le salvará el culo castrense.
Al final lo que tenemos entre manos es un proceso de anagnórisis sentimental que sufrirá Heads hacia Casandra y que va relacionado con el desarrollo de los acontecimientos, produciéndose otro tipo de reconocimiento, ya no sólo dentro de la historia, sino en el interior del personaje abocándole a la rebeldía. A infligir unas reglas por las cuales juró llegar a ser lo que es ahora. No es casualidad que coincida con su despertar, es que lo que vemos es su crecimiento como elemento indispensable dentro de la trama, a la cual se unirá Casandra y más actantes. Crear personajes, indefectiblemente de su importancia en la historia que queramos contar, no es paradigma de una escala aristocrática planificada para darle mayor o menor importancia a sus acciones y de esta manera definirlo, es más bien una construcción narrativa revolucionaria donde la valía del actante no se posa en la trama sino en cómo se relaciona con otros personajes. No deja de ser un proceso social el construir un personaje por muy pequeño que sea.
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