Fall Out Boy
canta “Immortals” en el film y una de sus estrofas es muy significativa: “And live with me forever now and pull the
blackout curtains down. We
could be Immortals.” Dejando la literalidad de la traducción
lo que viene a decir es que: “si quieres
poder ser/llegar a inmortal tienes que vivir conmigo para siempre y tirar de
las cortinas.” La revolución llama a
las puertas de la Disney y será un grupo de inadaptados quienes serán sus
agentes. Por tanto la primera adaptación de un cómic de Marvel, que como ya
sabréis ha pasado a engrosar las filas de la casa del ratón junto a Lucasfilm,
representa esa acción de tirar las cortinas abajo. Pero ¿qué significado tiene
o qué sentido tiene para una productora hollywoodiense tan poderosa? Veámoslo.
Empezar hablando de una canción no suele ser un buen
comienzo para una crítica cinematográfica, pero no nos engañemos. El proceso de
realización, pre producción y post producción cinematográfica puede llevar años
y la elección de una determinada canción, no responde al libre albedrio. Es
algo que también lleva su tiempo y por lo tanto es algo estudiado y analizado
infinidad de veces. Por eso hablar de “Immortals” no responde a ninguna
frivolidad, es más bien una herramienta más dentro del engranaje narrativo del
film. La canción se oye cuando el grupo empieza a transformarse, vemos como los
frikis y los empollones se trasmutan en superhéroes gracias a su conocimiento y
su técnica.
No es un poder extraterrestre el que opera el milagro sino la mente
humana, la capacidad de adaptación de unos personajes con sus cualidades. Les
hemos visto a través de los ojos de Hiro cuando su hermano mayor se los
presenta y cada uno posee una característica que luego potenciará en su
vertiente heroica. Ocurre ya avanzado el metraje posicionándose en su ecuador
narrativo. A partir de ese momento, el film empieza a decaer enredándose con
secuencias y temas que ya hemos visto otras veces. Si lo que querían vendernos
eran las mejores secuencias de vuelo, será mejor que miren a Isla Mema y se den
cuenta cómo se hace realmente. Pero regresemos a la función. Tirar de las
cortinas es simplemente dejar al descubierto la escena del teatro pero también,
es mirar el mecanismo que produce la manipulación de cualquier índole. Mirar
más allá de la tramoya. Una vez que nos despojamos de la venda podemos ver lo
que se encuentra al otro lado, o apoyándonos en el mito platónico, ser testigos
de lo que creíamos que era la verdad no era más que una ilusión de sombras, alimentadas
por el fuego de una antorcha enclaustrada en una caverna. Deshacerse de esas
cortinas, por lo tanto implica buscar la verdad, mirar con otros ojos y
concluir que el motor de la osadía es el cambio. Es la permutación de unos
valores en otros, la forma de pensar en otra o el modo de ver transformado. La
producción de Disney comparte dicha alquimia tirando de dichas cortinas, pero no
logra hacerlo con suficiente fuerza dejando varios flecos sueltos, deshilachados
por donde se filtran una serie de imperfecciones narrativas que se encuentran
en estado de hibernación para el profano, pero que pueden ser apreciadas por
aquel que no se deje cautivar por la maravillosa mascarada codirigida por Don
Hall y Chris Williams, bajo la supervisión del productor ejecutivo John
Lasseter. Era de esperar, Big Hero 6 no es la revolución que esperamos los
amantes del cine en general y de animación en particular. Nos encontramos en
San Fransokyo. La mezcla de dos ciudades, dos países, dos idiosincrasias, Oriente
y Occidente, San Francisco y Tokio, nos propulsan la historia al futuro, a la
ciencia ficción, ese género que parte de una teoría real para después
expandirla por derroteros ficticios. El futuro pertenece al mestizaje cultural
y Hiro (que en inglés suena como Hero,
héroe) es, además del indiscutible protagonista de la función, un buen ejemplo.
Su punto de vista nos guiará por su mundo. Es a través de sus ojos y su privilegiada
cabeza que observaremos sus alrededores. Uno por cierto, que encierra a sus
adolescentes en callejones oscuros y sucios, alejados de las luces de neón
psicodélicas y asépticas de los grandes rascacielos, para combatir con robots
miniaturizados a expensas de la legalidad vigente. Seduce el comienzo (es parte
del legado disneyano) con la furtiva elección de posicionar al héroe en el
bando transgresor, utilizando su curioso robot para vencer al de un trasunto de
Steven Seagal actual. No será hasta que aparezca su hermano Tadashi quien le
saque de ese mundo y le enseñe otro. La figura del maestro de ceremonias se
perfila en el núcleo familiar (otra característica de Disney). El hermano se
convertirá en la celestina particular de Hiro, mostrándole un universo de inventos
que hará que su hermano pequeño deje el ilegal mundo de las luchas robóticas
callejeras para dedicarse en cuerpo y alma al de la ciencia. Allí conocerá al
grupo de raritos que después encabezará el fantástico grupo y también al
profesor Callaghan, mentor de todos ellos. Lo que ha hecho Tadashi es reenfocar
el potencial de Hiro en la buena dirección, sin saber que todo se paga en esta
vida. La intrusión del joven protagonista en el campus científico abre la
historia de par en par, convirtiendo las luchas callejeras en un simple prólogo
a los hechos que van a empezar a desarrollarse a continuación. Lentamente
nuestros actantes se verán involucrados en una lucha contra un mal
poderosísimo. Y aquí entra en escena el villano y uno de los errores de la
película.
Dejando al margen el suspense de quién será el malo, escondido bajo
una máscara de Kabuki, lo verdaderamente atrayente es su motivación. Es de lo
que se alimenta el personaje. Si ese estímulo es frágil el antagonista caerá
rápidamente y con él el propio film. En el caso que nos ocupa, la motivación es
la venganza por algo que sucedió en el pasado. Pues bien, los creadores de Big
Hero 6 se saltan las normas para conformar un anticlímax que reduce en cenizas
esa motivación, transformando al villano de la función en un pobre hombre
confundido y que confunde (ahí entraría el juego del gato y el ratón para saber
quién se esconde debajo de la máscara). La justificación forzosa de soportar un
momento trágico de herida por el simple hecho de contemplar una perdida,
contemplando un agujero de gusano espacial, redunda en la maravillosa técnica
del efecto especial y del 3D pero se convierte en vacía cuando te das cuenta de
la manipulación. El cine son 24 mentiras por segundo y las buenas películas son
aquellas que te dejan engañado completamente de tal aseveración. Observando el
final de la película (el cual no desgranaré), uno se da cuenta de lo lejos que
están hiendo los de la Disney desde que empezaron a mirar con otros ojos lo
tecnológico, dejando a un lado la historia. Quizás eso sea lo que entienda por
revolucionario los gerifaltes de la Disney actual. Después de varias propuestas
animadas que han multiplicado las arcas de los estudios de los parques
temáticos, todavía no he vuelto a contemplar momentos tan extraordinarios como
la mirada de una reina convertida en bruja, mirando frontalmente al rostro del espectador
riéndose sin parar.
La importancia del
relato es capital y los efectos especiales de cualquier índole, efectos son de
la diégesis. Todo comienza en una historia, ya sea esta propuesta animada o no.
La conjunción de objetivos y giros dramáticos en la trama son los ingredientes
de la ficción. Todo parte de una idea que se va desenredando hasta llegar a su
núcleo, dando con unos elementos que significan el punto de vista del
espectador. Son los anclajes perfectos por los cuales seguir cualquier narración.
Bien me gustaría terminar con un acierto de la película que tiene que ver con
este tipo de amarres. El personaje del robot médico, Baymax. Para mí se
convierte en la estrella indiscutible de la trama. Con él nos reímos pero
también nos emocionamos, tiene algo de spielbergniano
en su creación y protagoniza las mejores secuencias de toda la película.El momento cuando se queda sin baterías es descacharrantemente cómico transformándolo en un ebrio robot o el momento en el que hace ver al héroe lo confundido que llega a estar o el momento en el que intenta atrapar al villano, disfrazado con su armadura intentando capturarle pero errando por sus propios compañeros. Entre otras muchas cosas Big Hero 6 nos habla de la perdida y del sufrimiento que conlleva y eso está muy bien conseguido, pero insisto, lo consiguen con muy pocos medios, aquellos hereditarios de las mejores producciones pretéritas del amigo Disney. Un plano, un rostro, una mirada y más allá la complejidad de la herida transformada en odio. Es como si los personajes recobrasen un estatus “real” dentro de la pantomima porque sufre y sienten como nosotros. No importa que después lo disfracen de lo que sea, el momento está conseguido ya sea animado o no. Eso para mí es el cine entre otras muchas cosas más, eso para mí es la auténtica revolución.
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