Antes de hablar de la secuela,
primero tenemos que hacerlo de Los Vengadores (2012). Existe un plano en su
pelea final que representa todo el discurso de la misma. Es un momento
revelador que entrelaza el objetivo de su creador y el de sus actantes,
vaticinando el esquema que seguirá en esta rimbombante “Era de Ultrón”,
convirtiéndolo casi en un rito. A Whedon más que acabar con la amenaza de Loki
(Tom Hiddleston), lo que le interesaba era reunir al mayor grupo de superhéroes
y esperar a ver sus (inter)relaciones. El enemigo a abatir no era el medio
hermano de Thor (Chris Hemsworth) sino sus propios egos y lo más interesante
fue comprobar su interacción, cuyo ejemplo paradigmático fue la constitución de
la propia diégesis hasta su enfrentamiento coordinado final. El entretenimiento
no estaba en cuántos malos destruirían, sino sí podrían soportarse ellos mismos
frente al común adversario. El supergrupo (¡nimio homenaje a Jan!) se reunió
frente a la amenaza alienígena y la cámara los recogió arropándolos sobre un
movimiento circular. Frente al griterío contrincante se presentaban los rostros
impertérritos de los héroes desafiándoles. El círculo como figura geométrica
encapsulando su sentido (su oscilante rotación sobre el eje del grupo) y su
significado (el culto a la autorrefencialidad para después girarlo) del
argumento fílmico. No está mal para una película de estas características y no
está mal para Joss Whedon, un tipo curioso cuanto menos. Y entendamos bien el
adjetivo desentrañando a su beneficiario. Exuda curiosidad en todo aquello que
hace, bien cuando logra cobardes éxitos como Buffy (1997-2003) o valientes
fracasos como Firefly (2002-2003) por citar sólo un par de sus aproximaciones
catódicas (por otra parte su escuela formativa).
La curiosidad se nutre de dos
sensaciones recíprocas, una es el deseo y otra el vicio. La primera es el
impulso por saber algo que no te concierne y la segunda, la corrupción que nos
invade a inquirir lo que no debemos. Whedon representa a la perfección esa
dualidad y sus creaciones, como no, también. Aunque hay que hacer una
distinción de libertad creativa, audaz en la televisión (dinamitando las
expectativas de los espectadores) y sumisa en el campo cinematográfico, Ultrón
es su máximo heredero y valedor, aunque habría que decir que también tiene algo
de culpa Stan Lee y Jack Kirby. El nuevo enemigo de los Vengadores posee una
gran curiosidad por todo lo que tiene relación con lo humano y también es
consciente de que su corrupción emana de un deseo profundo, el de Tony Stark (Robert
Downey Jr) por acabar con el mal, por lo tanto su recorrido desde esa secuencia
embrionaria de su nacimiento/duelo en la oscuridad entre J.A.R.V.I.S (la
inteligencia artificial de Iron Man) y él mismo hasta el bautismo de su
progenitor, Visión (Paul Bettany), es un camino casi “cristiano” desde las
tinieblas hasta la luz. Quiere la paz de la humanidad a costa de la misma
provocando su extinción. Ultrón (James Spader) aparece con más entidad
narrativa que el Loki de la primera parte, entre otras cosas porque vemos su
proceso creador desde el principio, frente a la aparición “en media res” del
asgardiano. Quizás habría que restarle un poco de solemnidad a su figura, una
que roza ridículamente el tono shakespeariano, y aumentarle el componente
bufonesco que tenía Loki por ejemplo y de este modo, se filtraría otra de las
características/estrategias de Whedon en el universo vengador y en
prácticamente toda su carrera (potencialmente en televisión): la incorporación
del humor a la sordina. El gag visual entre el dios nórdico y Hulk (Mark
Ruffalo) en la primera parte fue mítico, sorprendiendo a la platea
elocuentemente. Y aquí volverá a repetirse en forma de comentarios cuya
estructura deja un cierto regusto a “ya visto y oído” por su proceso reiterativo, que aun haciendo
sonreír a algún que otro nostálgico fracasa estrepitosamente. Pero si seguimos
con procesos, el civilizador en Whedon, veremos que eso que hemos señalado como
lo más interesante de la fundacional Los Vengadores, se confina a toda la
organización de su segunda parte. Desde el principio, con el asalto a la
fortaleza, mostrando el ataque de cada héroe por su cuenta para después
juntarles en un plano al ralentí informatizado, hasta su lucha final la
múltiple copia ad infinitum de este tipo de estrategia, deja claro en todo el
metraje una evidencia: que la invención pasa por una reinvención y que Joss
Whedon no lo consigue. Quizás tendría que haber mirado atrás y haber recordado
su propia Serenity (2005) para saber cuál es el camino correcto.
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