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viernes, 24 de abril de 2015

DÍA DE PRE-ESTRENO. VENGADORES: LA ERA DE ULTRÓN. DE REGRESIÓN Y DIVAGACIONES. EJEMPLOS DE METANARRATIVIDAD.



Antes de hablar de la secuela, primero tenemos que hacerlo de Los Vengadores (2012). Existe un plano en su pelea final que representa todo el discurso de la misma. Es un momento revelador que entrelaza el objetivo de su creador y el de sus actantes, vaticinando el esquema que seguirá en esta rimbombante “Era de Ultrón”, convirtiéndolo casi en un rito. A Whedon más que acabar con la amenaza de Loki (Tom Hiddleston), lo que le interesaba era reunir al mayor grupo de superhéroes y esperar a ver sus (inter)relaciones. El enemigo a abatir no era el medio hermano de Thor (Chris Hemsworth) sino sus propios egos y lo más interesante fue comprobar su interacción, cuyo ejemplo paradigmático fue la constitución de la propia diégesis hasta su enfrentamiento coordinado final. El entretenimiento no estaba en cuántos malos destruirían, sino sí podrían soportarse ellos mismos frente al común adversario. El supergrupo (¡nimio homenaje a Jan!) se reunió frente a la amenaza alienígena y la cámara los recogió arropándolos sobre un movimiento circular. Frente al griterío contrincante se presentaban los rostros impertérritos de los héroes desafiándoles. El círculo como figura geométrica encapsulando su sentido (su oscilante rotación sobre el eje del grupo) y su significado (el culto a la autorrefencialidad para después girarlo) del argumento fílmico. No está mal para una película de estas características y no está mal para Joss Whedon, un tipo curioso cuanto menos. Y entendamos bien el adjetivo desentrañando a su beneficiario. Exuda curiosidad en todo aquello que hace, bien cuando logra cobardes éxitos como Buffy (1997-2003) o valientes fracasos como Firefly (2002-2003) por citar sólo un par de sus aproximaciones catódicas (por otra parte su escuela formativa).


La curiosidad se nutre de dos sensaciones recíprocas, una es el deseo y otra el vicio. La primera es el impulso por saber algo que no te concierne y la segunda, la corrupción que nos invade a inquirir lo que no debemos. Whedon representa a la perfección esa dualidad y sus creaciones, como no, también. Aunque hay que hacer una distinción de libertad creativa, audaz en la televisión (dinamitando las expectativas de los espectadores) y sumisa en el campo cinematográfico, Ultrón es su máximo heredero y valedor, aunque habría que decir que también tiene algo de culpa Stan Lee y Jack Kirby. El nuevo enemigo de los Vengadores posee una gran curiosidad por todo lo que tiene relación con lo humano y también es consciente de que su corrupción emana de un deseo profundo, el de Tony Stark (Robert Downey Jr) por acabar con el mal, por lo tanto su recorrido desde esa secuencia embrionaria de su nacimiento/duelo en la oscuridad entre J.A.R.V.I.S (la inteligencia artificial de Iron Man) y él mismo hasta el bautismo de su progenitor, Visión (Paul Bettany), es un camino casi “cristiano” desde las tinieblas hasta la luz. Quiere la paz de la humanidad a costa de la misma provocando su extinción. Ultrón (James Spader) aparece con más entidad narrativa que el Loki de la primera parte, entre otras cosas porque vemos su proceso creador desde el principio, frente a la aparición “en media res” del asgardiano. Quizás habría que restarle un poco de solemnidad a su figura, una que roza ridículamente el tono shakespeariano, y aumentarle el componente bufonesco que tenía Loki por ejemplo y de este modo, se filtraría otra de las características/estrategias de Whedon en el universo vengador y en prácticamente toda su carrera (potencialmente en televisión): la incorporación del humor a la sordina. El gag visual entre el dios nórdico y Hulk (Mark Ruffalo) en la primera parte fue mítico, sorprendiendo a la platea elocuentemente. Y aquí volverá a repetirse en forma de comentarios cuya estructura deja un cierto regusto a “ya visto y oído”  por su proceso reiterativo, que aun haciendo sonreír a algún que otro nostálgico fracasa estrepitosamente. Pero si seguimos con procesos, el civilizador en Whedon, veremos que eso que hemos señalado como lo más interesante de la fundacional Los Vengadores, se confina a toda la organización de su segunda parte. Desde el principio, con el asalto a la fortaleza, mostrando el ataque de cada héroe por su cuenta para después juntarles en un plano al ralentí informatizado, hasta su lucha final la múltiple copia ad infinitum de este tipo de estrategia, deja claro en todo el metraje una evidencia: que la invención pasa por una reinvención y que Joss Whedon no lo consigue. Quizás tendría que haber mirado atrás y haber recordado su propia Serenity (2005) para saber cuál es el camino correcto.


En el mundo creativo no existen certezas absolutas sino más bien conclusiones erróneas que conducen al éxito o al fracaso de una manera arbitraria. Ahí va una: el hecho de que con el paso de los años nadie recuerde al Whedon cinematográfico y si al televisivo implica el grado de valentía que emplea en un campo o en el otro. El no arriesgarse implica solamente una cosa, que nuestra interpretación divague alocadamente sobre un yermo guion. No importa que contenga momentos increíbles si después la estructura narrativa no puede sostenerlos, condenándolos a un destierro creativo marginal, quedando solamente hipótesis peregrinas que se subvierten en el inconsciente colectivo “jungiano” de cada uno, dejando a un lado todo lo que de verdad importa en una historia y empezar a desvariar sobre la misma. Así que, y aunque sólo nos quede eso de esta Era de Ultrón, no hablaré del componente intervencionista del bando norteamericano a la hora de salvar cierta región centroeuropea, cuya inmoral actualidad informativa nos hace oler un tufillo malsano de oportunismo político. O de cuando los héroes se esconden en una especie de refugio “arcádico”, donde se pone hincapié en la cualidad nuclear que la familia juega en una organización social como la estadounidense. Sino de cómo Whedon ha abierto la puerta a la metanarratividad marveliana.

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