"La única crítica verdadera de una película no puede ser más que otra película."
Jacques Rivette.
El último de su especie.
¿Y si ya nadie mirase películas?, ¿qué sentido
tendrían sus imágenes? Por tanto, ¿y si ya no existiese la belleza?
Precisamente porque reside en la mirada del que observa, como recuerda el
personaje de Michel Piccoli al señor
Óscar (Denis Lavant).
Carax se despierta
repentinamente, algo le inquieta, necesita salir de la habitación que lo
acoge. Empieza la representación. La forma en la que realiza el trayecto
establece el ahínco de la búsqueda, la necesidad de relatar, de la cual se
alimentará toda la estructura genérica del film: uno de sus dedos se trasforma en
llave (“lo fantástico”), descubriendo una puerta secreta en la pared y
adentrándose en un pasillo (“el thriller”).
El director se confrontará con una
platea llena de gente… durmiendo ante unas imágenes. Comienza el acto. A través
de sucesivas citas, Óscar ira transformándose en episódicos personajes invadiendo
espacios comunes, desentrañándolos genéricamente pero no lo hará sólo, le
acompaña su teatro andante en forma de limusina, y su particular hada madrina
“franjuniana”, Céline (Édith Scob).
En un mundo poblado por
invidentes iconográficos, los elegidos en consumir las
imágenes serán los obnubilados por la nostalgia, es decir, Óscar es esclavo de
la cinefilia pero al mismo tiempo, es consciente de su papel actante. La anagnórisis funciona como salvamento para poder ejercer la
dictadura de lo protagónico otro día más, aunque la
verdadera revelación, la proporcionará el rol secundario, cuando el personaje
de Jean (Kylie Minogue), cantando su
existencialismo en el interior de los almacenes de La Samaritaine, invitará a
la SteadyCam a rodearla. La planificación en movimiento de la secuencia nos
alumbra el modo de captar una “realidad” y nos confronta con la divergencia de su rival. En ese sentido, Holy Motors (FRA, 2012) es la última en su especie, diferenciando entre el cine y la fotografía, entre el motor y su parada.Bien, ¿qué quise decir con la primera frase subrayada? Pues un lío de tres pares de... Bueno, habría que leer justamente el final de la frase anterior para empezar a descifrar el jeroglífico. El ser consciente del papel de actante. Para mí Óscar en un personaje, ni siquiera llega al grado de actor. Es un actante que cada día que pasa trabaja realizando diferentes papeles, roles. Al saber quien es, de alguna manera, controla lo que hace y lo convierte en protagonista, y como muy bien escenifica el film, todopoderoso, inmortal. Quizá el único peligro al que se enfrente sea el tedio, como muy bien muestra el plano de él mirando con su "familia" a través de la ventana. Es una mirada triste, apocada, aburrida, desolada al fin y al cabo. Por lo tanto Óscar ejerce una dictadura valiéndose de su condición de actante clásico. Ahora bien, la estructura de la frase hace aguas por todos lados. Quizá lo que quise decir no es que la anagnorisis funcionase como salvamento, sino más bien su contrario, como condena y de esa manera entroncar con ese plano final de él.
Y en cuanto a la otra frase subrayada, el problema para algunos venía dado por la palabra "rival". Parece ser que si uno quiere hablar de algo tiene que nombrarlo de una manera directa. Esto que se presupone en el interior de cualquier organigrama lógico, puede llegar a desubicar, sobretodo, si uno no lo sigue a rajatabla. Bien mi objetivo iba por ahí. La utilización del adjetivo en vez del nombre, es decir, situar primero rival antes que fotografía me permitía la opción lúdica en mi escritura, por otra parte, cosa que siempre me ha interesado. ¿Acaso escribir una crítica no es construir también un puzle? Esto entroncaría con el teorema de Rivette, intentando siempre hacer lo contrario y en ese aspecto, la idea de construir otro tipo de crítica, alejada de la ortodoxa. En definitiva jugar con el lector, que cuando se llega a conseguir, es todo un placer. Seguimos trabajando.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario