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domingo, 17 de febrero de 2019

La crítica en construcción. Algunas explicaciones.


"La única crítica verdadera de una película no puede ser más que otra película."
                                                                                                             Jacques Rivette.
                                                                                                                                    
No me gusta empezar con una "frasecita" en La crítica en construcción pero pensaba que me ayudaría a mi argumentación. Soy de los que piensa que cuando uno tiene que explicar una crítica, algo se ha hecho mal. A la única explicación que nos tenemos que apoyar en el ejercicio crítico, es a la explicación de nuestro sujeto de estudio, y si bien es cierto que en esta sección, lo que hago es explicar la génesis de mi proceso crítico, qué duda cabe que es más porque prima el comportamiento docente antes que el profesional. Dicho esto, pasemos a hablar de mi verdadero enemigo: un servidor. En la clase anterior descubrí, una vez más, el error prepotente de dar las cosas por sentado. El profesorado detectó dos momentos de mi crítica que irremediablemente acababan en el foso del malentendido y de la malinterpretación, llegando a estar de acuerdo con uno y en desacuerdo con el otro. El primero responde a un error de subestimación, quizá generado por no corregir suficientemente mi texto y el otro, responde a uno de estructura. Uno que, bajo mi punto de vista es menos importante, entre otras cosas, porque creo que en estructura los límites siempre chocan con la objetividad y subjetividad del escritor y del lector. Bueno, ¡veámoslos!


El último de su especie. 

¿Y si ya nadie mirase películas?, ¿qué sentido tendrían sus imágenes? Por tanto, ¿y si ya no existiese la belleza? Precisamente porque reside en la mirada del que observa, como recuerda el personaje de Michel Piccoli al señor Óscar (Denis Lavant).
Carax se despierta repentinamente, algo le inquieta, necesita salir de la habitación que lo acoge. Empieza la representación. La forma en la que realiza el trayecto establece el ahínco de la búsqueda, la necesidad de relatar, de la cual se alimentará toda la estructura genérica del film: uno de sus dedos se trasforma en llave (“lo fantástico”), descubriendo una puerta secreta en la pared y adentrándose en un pasillo (“el thriller”).


El director se confrontará con una platea llena de gente… durmiendo ante unas imágenes. Comienza el acto. A través de sucesivas citas, Óscar ira transformándose en episódicos personajes invadiendo espacios comunes, desentrañándolos genéricamente pero no lo hará sólo, le acompaña su teatro andante en forma de limusina, y su particular hada madrina “franjuniana”, Céline (Édith Scob).
En un mundo poblado por invidentes iconográficos, los elegidos en consumir las imágenes serán los obnubilados por la nostalgia, es decir, Óscar es esclavo de la cinefilia pero al mismo tiempo, es consciente de su papel actante. La anagnórisis funciona como salvamento para poder ejercer la dictadura de lo protagónico otro día más, aunque la verdadera revelación, la proporcionará el rol secundario, cuando el personaje de Jean (Kylie Minogue), cantando su existencialismo en el interior de los almacenes de La Samaritaine, invitará a la SteadyCam a rodearla. La planificación en movimiento de la secuencia nos alumbra el modo de captar una “realidad” y nos confronta con la divergencia de su rivalEn ese sentido, Holy Motors (FRA, 2012) es la última en su especie, diferenciando entre el cine y la fotografía, entre el motor y su parada.



Bien, ¿qué quise decir con la primera frase subrayada? Pues un lío de tres pares de... Bueno, habría que leer justamente el final de la frase anterior para empezar a descifrar el jeroglífico. El ser consciente del papel de actante. Para mí Óscar en un personaje, ni siquiera llega al grado de actor. Es un actante que cada día que pasa trabaja realizando diferentes papeles, roles. Al saber quien es, de alguna manera, controla lo que hace y lo convierte en protagonista, y como muy bien escenifica el film, todopoderoso, inmortal. Quizá el único peligro al que se enfrente sea el tedio, como muy bien muestra el plano de él mirando con su "familia" a través de la ventana. Es una mirada triste, apocada, aburrida, desolada al fin y al cabo. Por lo tanto Óscar ejerce una dictadura valiéndose de su condición de actante clásico. Ahora bien, la estructura de la frase hace aguas por todos lados. Quizá lo que quise decir no es que la anagnorisis funcionase como salvamento, sino más bien su contrario, como condena y de esa manera entroncar con ese plano final de él.

Y en cuanto a la otra frase subrayada, el problema para algunos venía dado por la palabra "rival". Parece ser que si uno quiere hablar de algo tiene que nombrarlo de una manera directa. Esto que se presupone en el interior de cualquier organigrama lógico, puede llegar a desubicar, sobretodo, si uno no lo sigue a rajatabla. Bien mi objetivo iba por ahí. La utilización del adjetivo en vez del nombre, es decir, situar primero rival antes que fotografía me permitía la opción lúdica en mi escritura, por otra parte, cosa que siempre me ha interesado. ¿Acaso escribir una crítica no es construir también un puzle? Esto entroncaría con el teorema de Rivette, intentando siempre hacer lo contrario y en ese aspecto, la idea de construir otro tipo de crítica, alejada de la ortodoxa. En definitiva jugar con el lector, que cuando se llega a conseguir, es todo un placer. Seguimos trabajando.

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