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domingo, 4 de octubre de 2020

DOMINGO DE VIÑETAS. La opción quintacolumnista.


Hoy tengo el gusto de darme una vuelta por una bd curiosa. Empieza siendo la prototípica, me atrevería a escribir, adaptación dickensiana del Londres más decimonónico, como podéis comprobar en la viñeta de más arriba, pero te arrastra por otros géneros, tonteando incluso con uno que a mí particularmente me suscita simpatía, el Steampunk. Ya sabéis lo que opino de los géneros artísticos, esos campos de concentración para clasificar a los sujetos, que sin embargo entiendo como herramientas multidisciplinares que ayuda a captar adictos de una supuesta secta que los promete aquello que suele ofrecer. Que conste que yo soy el primero en disfrutarlos y consumirlos en todas las disciplinas artísticas que pueda, pero aquí me gustaría resaltarlos como pequeñas puertas o encrucijadas, por las que nuestra heroína de hoy, un trasunto de Mary Poppins pero desteñida en todos sus aspectos,  va atravesándolas de una manera muy sutil. Estoy hablando de Miss Endicott de Jean-Christophe Derrien en el guion y Xavier Fourquemin en el dibujo que trajo la editorial francesa Le Lombard y que en España tuvimos la "suerte" de poder disfrutarla gracias a Planeta Cómic, eso sí versión jibarizada al respecto, en un solo tomo los dos libros y reducidos casi al tamaño de un tankoubon.

Regresemos a la polémica del género. Cuando te enfrentas, y me refiero sobre todo al orbe artístico, a uno tienes dos opciones claras, o al menos, dos que saltan a primera vista. Una es la conformista, seguir la vereda de sus características, sabiendo a lo que te vas a confrontar y por lo tanto  asumiendo sus pros y sus contra, y la otra sería su contraria, la inconformista, dudando de todo a tu alrededor, descubriendo quizá, un meteorito de otro mundo. Bien, existe una tercera elección que es la quintacolumnista, que es aquella que desde el propio género trabaja para poder dinamitarlo a la mínima de cambio, en nuestro caso, nada más pasar de página. Miss Endicott es un buen ejemplo pero Bone de Jeff Smith sería otro. En el caso que nos atañe, la historia de la señorita Endicott se enclaustra en un ambiente londinense dickensiano y pronto desembocará en una conspiración propia del Steampunk, donde lo artificial, lo mecánico entrará en una rebelión contra la propia población inglesa.

Cuando te encuentras con el detalle, nada puedes hacer por no seguirlo. Por mucha espectacularidad que rodee a todo el relato, por un dibujo excepcional, por una narración grandilocuente, lo nimio se establece en un diminuto cuadradito buscándote. Esta viñeta que veis más arriba es lo que más recuerdo de Miss Endicott y no por lo que muestra, sino por todo lo que representa. Como si de un anzuelo, mirándola otra vez, se me amontonan las aventuras de la señorita Endicott adentrándose en las profundidades londinenses para descubrir que esos edificios majestuosos, que podemos apreciar un poco en la viñeta que abre este artículo, están corroídos en su base, que toda esa sociedad decimonónica que vemos está sustentada en el vulgo, que el palacio de sus majestad más maravilloso tiene debajo una Corte de los Milagros que lo mantiene. Miss Endicott habla de la sociedad inglesa del siglo XIX pero nunca ha estado más cerca de la sociedad europea del siglo XXI.

La entrada a un túnel descubierta por la señorita Endicott, debajo de una miserable casa en los arrabales londinenses, nos proporciona el prólogo de su exploración, sosteniendo un  farol, adentrándose en sus confines y como si fuésemos a destripar el verdadero sentido del relato, el género también se desnuda ante el lector. La oscuridad, la luz titilante del farol, la caverna, la ciudad escondida debajo de Londres, sus inquietos habitantes, los parias y deformados marginados por la sociedad, van describiendo una sucesión de hechos que se adscriben a numerosos géneros, desde el drama dickensiano hasta la aventura más verniana posible.

No hace falta que creamos aquello que estamos viendo, sino que nos dejemos llevar por aquello que estamos descubriendo. No es necesaria la verosimilitud para poder escenificar la realidad. En nuestro caso concreto, después de esa viñeta con el farol vendrá ésta otra, donde Miss Endicott se posiciona en el centro de la viñeta no para indicar el camino a seguir, sino para indicarnos que la acompañemos y busquemos a un tal señor Rascador. Al fin y al cabo, todo está sustentado en una invitación pero quien la hace es un agente quintacolumnista.

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