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domingo, 2 de mayo de 2021

DOMINGO DE VIÑETAS. Empezar por el final. TRES. (I).

 

Seguimos rastreando, de una manera inversa, el orden cronológico de publicación de estos dos clásicos del noveno arte, que van más allá de la BD. Con Astérix llegamos a las costas de Uderzo, su último guardián, una etapa cuanto menos rocambolesca, donde podemos ser testigos de los últimos coletazos de su creatividad en solitario, pero también de contemplar algún que otro resbalón, como veremos a continuación. En cuanto a Lucky Luke seguimos la estela que deja el pincel de Achdé y los guiones de Benacquista, Pennac y Gerra (mucha gente, ¿verdad?), pero eso ya lo veremos la próxima semana como de costumbre en estos dípticos que hacemos.

El aniversario de Astérix y Obélix. El libro de oro es un álbum cuanto menos inquietante, donde el hecho de su realización, la celebración de medio siglo con el/los galo(s), está por encima de su valor narrativo. Sin que sirva de precedente con este álbum, Uderzo pone su particular pica en Flandes para relatarnos algo difícil de capturar, no ya de recrear que eso más o menos se puede llegar a realizar. Estoy hablando del tiempo, de su paso, de su legado, y es que ante el lector no sólo se abre un cómic sino medio siglo de vivencias plasmadas en una planche.

                                                      (Viñeta 2, página 5).

La primera viñeta que observamos después de la maravillosa y conmovedora dedicatoria de Anne Goscinny a una obra, a un autor y a su padre, es parte de la empalizada que forma límite y frontera de la aldea gala. Nada más empezar Uderzo nos confronta con el tema del álbum, no pierde el tiempo en escenificar ni a sus héroes, ni a sus conflictos u objetivos, sino decidido desea plasmarlo. Después de convertirse en escenario de multitud de acechanzas, su sola presencia derruida, olvidada, dejando que la Naturaleza haga su labor, empezando a invadir el propio perímetro galo. De eso se trata cuando uno quiere celebrar un aniversario, de rememorar el tiempo, de poder controlarlo, de borrar aquello que quizá siga siendo demasiado puñetero y edificar nuevos recuerdos en detrimento de heroicidades inventadas. Pero además, Uderzo hace otra cosa interesantísima y que como veremos en su anterior álbum, parecía tenerla perdida, y es acordarse de su compañero y otorgar una autoironía goscinniana al reto, dibujándose el mismo para después ser agredido por sus "propios hijos creativos" por atreverse a semejante cosa.

                                                          (Viñeta 4, página 8).

Ese guiño le hubiese gustado a René seguramente. La osadía solamente dura un par de páginas y rápidamente regresamos al contexto de este jubileo para poder desplegar sobre el mismo a toda la familia asterixiana y homenajear también a las artes, mayores y menores, que han bebido del mismo. Homenaje y referencia se dan la mano para construir el punto y final de una carrera. El libro de oro se convierte de esta forma en la última carga de su creador, un adiós memorable, donde su estilo se va creando (las diferentes intervenciones/felicitaciones de todos los personajes alimentando una trama sin trama) y destruyendo (las numerosas alusiones al lector, rompiendo una especie de cuarta pared cinematográfica, aunque sería más oportuno, minando los márgenes de la propia viñeta para saludar al lector) al mismo tiempo narrativo. Al final, y ante cualquier posicionamiento conservador, Uderzo opta por la revolución, por hacer saltar por los aires algunos momentos, y lo importante de esto es que lo hace como lo hubiese hecho Goscinny, con ironía.

                                                      (Viñeta 5, página 3).

Algo desestabiliza a Astérix en ¡El cielo se nos cae encima! La primera prueba de ello se la encuentra en el bosque, cuando caminando con Obélix e Ideafix, ve un jabalí totalmente paralizado. Volvemos a ser testigos de la inmediatez temática en la propuesta de Uderzo, que esta vez sí que podemos certificar que es su despido narrativo. Con este álbum cierra sus relatos porque como ya hemos descrito antes, El libro de oro funciona más como compendium que como historia en sí, aunque se nos regale alguna que otra perla narrativa, como la aparición de César, Cleopatra o Cesarión, o incluso la propia organización de la celebración, dando pie a justificar un relato casi epistolar. El álbum 33 es el carpetazo a las aventuras de Astérix escritas y dibujadas por Uderzo. Y cómo lo hará, pues curiosamente apoyándose en una de sus máximas referencias, Walt Disney, pero al mismo tiempo desplazándola a una confrontación, casi cultural. Llama la atención la propuesta porque su siguiente álbum estará plagado de referencias, pero quizá aquí están enzarzadas en un relato.

                                                      (Viñeta 1, página 7).

La inquietud va in crescendo cuando la misteriosa esfera cubre la aldea con su sombra. Se llega a un estado de pánico construido, viñeta a viñeta, cuando Astérix junto a Obélix, Ideafix y Panorámix van descubriendo que todos sus vecinos y animales están paralizados, igual que el jabalí que encontró en el bosque. Es un arranque prodigioso para el álbum e inaudito para la serie, después de tanto tiempo disfrutando de las aventuras del galo, aún parece que hay lugar para la sorpresa, aún hay maneras de seguir manteniendo el suspense después de tantos años, aunque veremos que se trata de un espejismo por desgracia y rápidamente la esfera se irá desinflando con el paso de las páginas, lastimosamente. Y es que mantener un comienzo tan brillante puede lastrar los objetivos conclusivos del final, no obstante me gustaría resaltar uno de los propósitos de ¡El cielo se nos cae encima!, que como digo, escenifica un auténtico choque de civilizaciones, algo que también llama la atención en la obra de Uderzo y en la de Goscinny.

La crítica siempre ha acompañado a Astérix en su Galia particular, pero también a donde quiera que se haya desplazado, envuelta en humor, pergeñada en la ironía sana y inteligente de uno de sus bardos, el gran René Goscinny pero aquí, aunque el humor campa a sus anchas por toda la aldea y proximidades, no está tan parapetada como solía estarlo, esa fue una de las cosas que perdió Uderzo al desaparecer su compañero de armas, la sutileza. El ubicar la gota de humor salpicada de crítica, y a veces de autocrítica, que hacía pararse a pensar en aquello de lo que te habías reído. Todo eso desaparece aquí, gags habrá pero digamos que tontos, y entiéndanme sin ningún objetivo peyorativo sino, más bien, lógico. 

¡El cielo se nos cae encima! puede llegar a ser el álbum más bufonesco de Uderzo, de una carga de profundidad solamente visual pero por una razón, porque como ya he explicado, Uderzo parte de un homenaje a Disney, concretamente su etapa "cartoonist" que fue la que mamó cuando era pequeño y por tanto el humor tiene que ser casi comedia "slapstick". Eso por un lado pero por el otro, y quizá la referencia le quede un poco lejana, está el manga. El cómic japonés nos invadió a todos hace unas décadas y no nos ha soltado, de igual manera que Marvel o DC tampoco, por eso que la condición de este álbum es de guía, de faro, para observar también la deriva cultura de la BD concretamente o del cómic europeo en general.

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