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domingo, 11 de abril de 2021

DOMINGO DE VIÑETAS. Loa teatral.

  

                                        (Viñeta 6, página 23 después del título).

Hoy desvelaremos el enigma más allá de esa entrada guardada por unos petroglifos con forma de luna. Este domingo toca hablar, un poquito, de la magistral De capa y colmillos. 4. El misterio de la isla extraña de Ayroles (guion) y Masbou (dibujo). Si queréis saber cómo han llegado a las Tingitanas nuestros gentileshombres aquí tenéis el anterior enlace: Domingo de viñetas. Más allá del "valle inquietante"

Antes que nada, tenía en mente comentar los dos siguientes capítulos de la saga pero este número IV es tan rico en contenido como en forma que me ha sido imposible hacer una síntesis de ambos, así que hoy solamente hablaré de este Misterio de la isla extraña editado por Norma aquí, Delcourt allá. Bien, empecemos por la forma, al final de El archipiélago del peligro la página realizaba una especie de vaciado, digámoslo así, estético haciendo desaparecer, casi,  el dibujo pero manteniendo la división en viñetas y los bocadillos de las mismas, es decir, sus creadores se atrevían a desnudar una de las herramientas primordiales del noveno arte para dejar protagonismo a la palabra, a la literatura, y por supuesto, a nuestra imaginación. Pues en esos vericuetos nos encontramos al comienzo de este cuarto capítulo.

                                                        (Página 2 antes del título).

Nada más abrir el cómic, uno se encuentra con la continuación de ese atrevimiento, dos páginas en las que solamente vemos bocadillos y unos ligeros dibujos, diseños, de los ojos de los protagonistas en el interior de un caldero. El significado reducido a su mínima expresión artística, dejando a un lado el peligro que se cierne sobre nuestros héroes, son testigos de sus pasados, de sus aventuras pretéritas y de esta manera podemos llegar a conocerlos mucho mejor, insisto, velados por una oscuridad eterna. Los ojos como guía insustituible de la narración va compartiendo sentimientos encontrados de los actantes hasta que deciden actuar, dejar de relatar, y ponerse manos a la obra, empujar la historia, sacarla del interior de ese caldero y proseguir sus acechanzas y lo hacen de una manera moderna, rompiendo la cuarta pared, utilizando un símil cinematográfico, en la última viñeta, mirando al lector de frente, instándole a que pase de página porque lo que viene a continuación es una maravilla, que por supuesto no mostraré, pero que queda como sugerente punto de partida. No hemos empezado el cómic y ya tenemos un montón de cosas desplegadas sobre la mesa creativa de la serie. Sinceramente, el final del anterior episodio podría defraudar pero este comienzo, promete.

¿Y qué vamos a encontrar entre sus páginas, entre sus viñetas? Construyendo una magnifica conexión con el primer capítulo, El secreto del Jenízaro, y con su seminal primera viñeta, un plano general de una representación en un rincón de Venecia, podemos llegar a constatar que todo lo que mueve al relato se puede definir con una sola palabra: TEATRO. De capa y colmillos es una maravillosa loa teatral. Un homenaje a la escena, al genuino mundo de las apariencias escénicas que va escalando puestos hasta llegar a ese volcán misterioso donde los señores Maupertuis y Villalobos nos llevan de sus pezuñas. Todo empieza a tener un sentido, si se quiere surrealista, de la trama donde la imaginación no tiene límites, y si los encontrase alguien, vería que los ha fabricado un Moliere o un Lope de Vega, o incluso y cambiando de género, un Verne, pero no adelantemos acontecimientos, seguimos explorando esta isla extraña.


            (Página 9 después del título).                        (Página 19 después del título).

Lo que tenemos más arriba es una auténtica delicia de construcción matemática que nos habla, precisamente de esas apariencias, el mundo de la representación que no es otro que el de la imitación de la realidad, en este caso, hecho por unos loros, veremos más adelante que el volcán está habitado por, entre otros muchos personajes, mimos. Y todo realizado, como toda la serie, desde un punto de vista lúdico, la anagnórisis sobresale después de haber leído un par de veces el cómic. En una primera vez uno no se da cuenta, está metido literalmente en la búsqueda del misterio que no se percata del detalle y en una segunda ocasión, uno puede acomodarse mejor en la platea y darse cuenta de los detalles creativos. Ambos momentos son elocuentes de lo que hay más allá de la tramoya. En la primera página somos testigos de la aventura del capitán Boone, donde se le hace ver al pirata que no tiene a un loro como mascota si no a un pollo. No deja de ser una "representación" banal dentro de la diégesis pero hasta qué punto esa banalidad deja de serlo para mutar en espejo escénico de la misma, diez páginas después. Es decir, veamos al narratario. En la primera página es el propio lector, pero en la segunda, además de ser el lector, aparece otros en la primer viñeta, los propios actantes, Don Lope, Don Arnaud y el científico Bombastus, que miran a los loros imitar lo que han visto antes y ser testigos de la representación. Sin duda un ejemplo minúsculo de cómo se puede ubicar un gran homenaje al TEATRO.   

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