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domingo, 18 de octubre de 2020

DOMINGO DE VIÑETAS. Acariciando las sombras.

Seguimos en territorio ibérico para rastrear ejemplos de BD, la semana pasado lo hicimos con una propuesta muy "sui generis" donde, además de tratarse de una auténtica babilonia creativa, Los enanos de Tor-Harn nos regalaba un relato cuanto menos interesante, que partiendo del género fantástico se impregnaba de otras geografías literarias pero también formales. Hoy nos detendremos en la Francia ocupada de la segunda guerra mundial para descubrir a Silhouette, un héroe dibujado por Jesús Alonso Iglesias (un conocido de este blog) y escrito por Víctor Santos (ahora bastante conocido por Polar, pero para mí será siempre reconocido por su saga de Los reyes elfos) editado por Dolmen en su línea Siurell. Por cierto, el director de esta línea, en el momento de su publicación, fue Jorge Iván Argiz que espero algún día hablar de él y de su portentoso trabajo como editor no sólo en Dolmen sino en sellos independientes como para mi la seminal Dude cómics.

Lo hemos visto cientos de veces (Domingo de viñetas. Anatomía del movimiento), y no sólo en el noveno arte, la sombra como reducto impenetrable donde la sugerencia campa tanto como lo permita nuestra imaginación. Es un vasto reino de posibilidades que utilizada correctamente ayuda a la narración a amplificar sus expectativas de cualquier índole, argumental, genérica, etc, etc... Y aquí lo importante sería resaltar eso de utilizarla correctamente, ya que crearla no tendría que suponer mucho sudor. Una mancha negra y ya, ahora bien, el cómo propongamos la propuesta sombría, en cómo ejerza un diálogo con el propio relato, en cómo se ajuste y se comunique con los otros diseños dentro de la propia viñeta  donde esté limitada, puede ayudarnos a sentirnos fascinados o a repudiar la historia que la utilice. A Jeff Smith, como recuerdo en el post de más arriba, es una de las quejas que más tiene en su trabajo cuando creo que su uso es magistral en todo lo que hace, especialmente en Rasl y en Bone. Por tanto hay que dejarlo claro, acariciar las sombras es un trabajo minucioso y laborioso, aunque parezca lo contrario, un montaje previsual que merece toda la atención del lector. 

                                                           (Página 7, viñeta 1).

En un París ocupado, ya no solamente por Nazis sino también por sombras, la primera aparición del héroe es ésta de más arriba. Revestido de una de ellas, representando algún rincón de la capital parisina, resurge de su misma profundidad para atacar a un soldado nazi. Primero el susto, después el miedo en los rostros de los otros soldados y por último su final, pareciera que estuviésemos  asistiendo a un ritual de muerte, posicionados los diferentes elementos para el sacrificio. El proceso que se activa en las viñetas es apasionante, ¿cómo lo habrá escrito Santos? ¿Cómo lo hubo digerido Iglesias? para llegar a este momento. Me imagino que la referencia se activa en esos momentos, ambos no dejan de ser creativos en sus respectivos moldes, multiplicando sus opciones casi hasta el número pi.

Mirando esta viñeta, uno podría verificar muchas cosas, curiosamente sin ver prácticamente nada, porque en el lector también se activa esa clave referencial de alguna manera. Esa viñeta es un buen ejemplo de su poder, nos invita a quedarnos en ella, a habitarla un rato de nuestras vidas y descubrir más allá de la misma, cosas que quizá se mantengan en secreto en nuestros recuerdos y que al observarla empiezan a (re)activarse. No es una tontería pero acariciar las sombras es sinónimo de perseguirlas, de espiarlas con el único fin de descubrir cosas nuevas o bien olvidadas. ¡Ahí es nada, amigos!



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